Enfrentándome al entramado policial-judicial como enemigo declarado de la democracia capitalista… Desarmado por los órganos del orden, pero decidido a armar mis palabras en su contra…
En esta obra teatral de pacotilla llamada juicio, los jueces como miserables teatreros se esfuerzan en ocultar la crudeza de la violenta imposición del Poder estatal. La decisión democrática de una condena de muchos años en las infernales penitenciarías se presenta como producto de diálogo en el que participa incluso el acusado. El Poder limpia la sangre con suposiciones de Derecho, humanidad, indulgencia o, a lo peor, de necesidad. Y el discurso del Poder se articula en el código penal, es decir, la lengua del engaño que sirve al mantenimiento del orden establecido del Estado y el Capital.
Me niego a hablar la lengua del enemigo para negociar mi condena y, por eso, no reconozco ninguna representación legal.
Me niego a participar en este espectáculo, sin embargo, respeto el intento de los compas de sabotearla refutando el discurso monolítico de la justicia burguesa en cada fase del proceso.
En general, por esto me niego a aceptar toda obsesión del mecanismo judicial, no sólo cómo se aplica ahora, sino en cualquier aplicación posible bajo distintos tipos de régimen. Porque ningún cuerpo institucionalizado es competente para imponer su juicio sobre las elecciones y las acciones de otras personas. Y ningún código penal puede contener la riqueza de las relaciones humanas en una tan compleja realidad que todo conjunto de normas fracasa al enmoldarla. Un proceso como este proviene de la imposición estatal a la que sirve, manteniendo unido el tejido social autoritario que, como anarquista, quiero destruir, para que brillen las relaciones humanas antiautoritarias naturales, que solo tienen como tejido unificador el sentimiento y la conciencia.
Aunque todo lo anterior parezca referencias abstractas, es bien concreta mi negación a aceptar la moral del Capital y la sacralización de la propiedad privada a cuya protección está orientado todo el código penal. Fui ladrón y atracador, desafiando el santo grial del capitalismo. Porque propiedad privada significa exclusión, significa acumulación, y constituye la matriz de la forma de explotación y opresión dominante, la económica. Y su poder es su difusión, se encuentra por todos lados, en cada unx de nosotrxs, como el boleto al mundo del capitalismo.
Más en esencia, hablaré de negarme a aceptar el valor objetivo de la vida humana como lo determina la ley del Estado, que desprecia sin escrúpulos a lxs obrerxs, que asesina la inmunidad de los patrones.
Que desprecia sin escrúpulos los suicidios en las mazmorras carcelarias, donde entierra a personas vivas.
Que desprecia los miles de muertos en las intervenciones militares.
Que desprecia sin escrúpulos a lxs migrantes que ahoga en los mares, hace explotar o dispara en las fronteras que separan zonas de distinto nivel de explotación económica.
Que desprecia sin escrúpulos las vidas de personas y animales convirtiéndonos a todxs en productos, proceso que pasa por la tortura continua a lxs insubordinadxs y lxs débiles. Desde lxs niñxs-esclavxs de las multinacionales del tercer mundo, hasta la brutalidad de la industria cárnica, la distancia es muy pequeña.
Y para finalizar, desprecia sin escrúpulos ni respeto a la propia tierra, conduciendo a la enfermedad en masa y a la muerte provocada por la civilización tecno industrial de la contaminación.
Igualmente sin escrúpulos, pues, desprecio también yo, como anarquista, las vidas de los ejecutivos económicos, políticos y científicos del sistema, así como sus esbirros, de los siervos del entramado policial-judicial que defiende el orden asesino de este mundo.
Por eso, cuando me encontré enfrentado a dos pacos que intentaban robarme la libertad, intenté, a parte de mi fuga, también su eliminación física. No queden atónitos, hombrecillos de la sede del tribunal, porque si la vida humana tiene algún valor la tiene en relación con la libertad, y la vida de ustedes, ladrones de la libertad, tiene un valor negativo.
Y en mi propio sistema de valores, puede ser que a un paco se le trate, según las circunstancias, con indulgencia, sin embargo, cualquier juez tiene un sitio en una tumba por todas las personas que ha enterrado vivas.
¡Todo por la libertad!
Yannis Michailidis
Cárcel de Koridallós