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DE FLORES Y TIESTOS

(TEXTO ORIGINAL)

La gente que está en el poder no va a desaparecer voluntariamente. Dar flores a los polis simplemente no va a funcionar. Estas ideas son fomentadas por la clase dirigente; no hay nada que les guste más que el amor y la no-violencia. La única manera en que me apetece ver unas flores dadas a los maderos es en un tiesto desde una ventana alta.

William S. Burroughs

La situación en Val Susa, al norte de Italia, vuelve a calentarse tras el pasado 27 de junio que vio, en la zona de Chiomonte, el desalojo violento de la presencia anti-TAV llamada «Libera Repubblica della Maddalena», es decir, la acampada erigida en su momento (junto a unas cuantas barricadas) para intentar parar o por lo menos retrasar las nuevas obras de la construcción de la línea del Tren de Alta Velocidad que debería conectar Turín con Lyon. No queriendo perder la financiación de la Unión Europea —la cual en realidad cubre solamente una pequeñísima parte de los costes de la obra destructora pero que sigue siendo dinero que, obviamente, hace la boca agua a todos los políticos y empresarios involucrados—, el Estado italiano mandó hacia los montes de la zona a unos 2.000 maderos, para romper las barricadas y desalojar por la fuerza a la gente ahí acampada. Utilizaron sus porras pero también incontables cantidades de gases lacrimógenos, hidrantes de alta presión y hasta excavadoras, poniendo en peligro las vidas de los habitantes de la zona y de los solidarios venidos desde toda Italia que, hasta aquel momento, no habían hecho más que oponerse con su presencia al comienzo de las obras. De hecho, frente a este agresivo asalto militar de las fuerzas de la represión, la gente no tardó en responder con piedras, sillas y cualquier otro objeto que encontraba a su alrededor, como bien se pudo apreciar de las fotos del desalojo publicadas en la prensa nacional e internacional. Aun así, aunque los maderos llegaron a pasarlo un poco mal —especialmente con la antigua técnica, llevada a cabo tanto por jóvenes como por viejos, del lanzamiento de piedras pequeñas y grandes—, los guardias del Estado y del Capital consiguieron romper todas las barricadas, destrozar la acampada y también ocupar militarmente una zona cercana a aquella donde está previsto abrir el monte para hacer el primer túnel de las obras. A los que resistieron hasta el final les tocó huir por los senderos de los montes, alejándose de los humos nauseabundos que impregnaron totalmente y por completo el área durante unos cuantos días.

Con la convocatoria de una manifestación nacional para el posterior domingo 3 de julio, bajo la propuesta de un asedio y la toma de la zona ocupada militarmente por las fuerzas policiales, se compactaron ulteriormente el movimiento NO TAV local con los solidarios ya presentes y los que se iban acercando provenientes tanto desde toda Italia como desde los países más cercanos. Llegado el día de la manifestación, la idea era alcanzar las obras desde varias direcciones para intentar cortar y tumbar las vallas y echar a los esbirros, siguiendo un poco el ejemplo de Venaus del año 2005. Aparte del trabajo minucioso de preparación y de exploración de la zona hecho durante las semanas y meses anteriores, fue clave la participación de los habitantes del valle —hasta de las personas mayores, que no por eso fueron menos combativas, ¡todo lo contrario!— en cuanto, entre otras cosas, se involucraban tanto en los enfrentamientos como en el apoyo «logístico» después de haber guiado a la gente de fuera a través de los bosques y senderos de monte, permitiendo casi un acercamiento total de los más de 2.000 maderos presentes. Cabe subrayar que durante estas últimas semanas se ha ido fortaleciendo ulteriormente un aspecto que es fundamental para poder esperar éxitos en este tipo de luchas: la resistencia y los ataques fueron y siguen siendo coordinados completamente con los valligiani, o sea, la gente de Val Susa. Algunos anarquistas presentes hablan de una solidaridad animada y muy firme, relatan que la creciente radicalidad de un fuerte número de personas del valle se ha ido manifestando claramente en las posiciones expresadas en las asambleas; opiniones tan radicales que los compañeros ni siquiera se sienten «obligados» a sacar sus propios discursos, precisamente porque estos discursos ya están presentes. Cuentan además, por un lado, que saben perfectamente que sin la gente del lugar no se podrá conseguir mucho y, por el otro, lo que es más importante, que los valligiani se han dado cuenta que no será posible ganar esta batalla sin los anarquistas y demás rebeldes.

Se habló de entre 50.000 y 70.000 personas presentes en la manifestación del 3 de julio, mientras los jefes de la Policía —como siempre bajando, minimizando y escondiendo la fuerza de las protestas para neutralizar el ejemplo de una lucha posible y necesaria— declararon que no hubo más de 6.000 manifestantes. Aun así, el Estado se había organizado bien para contrastar la voluntad de la gente de asediar y tomar el sitio de las obras. Helicópteros zumbaban en los cielos del valle, intentando controlar de cerca a los rebeldes (¡a pesar de algún que otro cohete pirotécnico!) y, siguiendo a la letra las propuestas del informe «UO2020» de la OTAN en cuanto al aislamiento informático de trozos de territorio en caso de revueltas, fueron completamente cortadas las líneas de móviles en la zona. Hubo además fuertes interferencias en las frecuencias de los walkie-talkies, imposibilitando de tal manera y casi totalmente el uso entre los compañeros de los aparatos más sencillos. Mientras tanto, aparte de las abundantes unidades de antidisturbios de los varios cuerpos de policía italianos (Carabinieri, Guardia di Finanza, Policía y también la sección política, la DIGOS), fueron desplegados los Carabinieri helitransportados de los núcleos especiales «Cacciatori» (cazadores) provenientes de Calabria y Cerdeña; tropas de élite vestidas con uniformes de camuflaje que daban vueltas por los montes ya durante los días anteriores a la gran manifestación, parando, identificando e intimidando a las personas que encontraban en los senderos. Pero, en general, fue claro que esta vez los aparatos represivos estaban jugando la carta de la militarización inteligentemente: hubo una militarización de perfil bajo respecto a la zona entera, a diferencia de la militarización completa del valle en 2005, cuando en ocasión de la acampada, la represión, los enfrentamientos y la reconquista de los terrenos de la obra de Venaus, los checkpoints y los cacheos continuos (impuestos cada vez que cualquier persona salía o volvía a su pueblo) hicieron enfadar a la población local. Una militarización de perfil bajo que de todas formas cobró su primer vida el 29 de junio en Venaria Reale, en la provincia de Turín, cuando un vehículo antidisturbios de los Carabinieri dirigido hacia Val Susa consiguió matar a una mujer de 65 años mientras el blindado hacía maniobras para salir de una gasolinera.

Como ya pasó durante el desalojo de la acampada y las barricadas de la «Libera Repubblica della Maddalena», una vez que la gente de la manifestación del 3 de julio empezó a acercarse a las vallas del presidio paramilitar, hubo inmediatamente un más que cuantioso uso de gases lacrimógenos. En particular, cabe señalar el uso del gas CS, un lacrimógeno de guerra que es tan tóxico que, además de ser cancerígeno, resulta ser capaz —por ejemplo— de provocar abortos espontáneos. Estos lacrimógenos fueron también utilizados como verdaderas balas durante las seis horas de enfrentamientos, disparados casi siempre horizontalmente, a la altura del cuerpo, apuntando directamente a la gente y con la intención de provocar el máximo de dolor y heridas… ¡como de costumbre! Es decir, siguiendo las tradiciones de las fuerzas policiales de todos los tiempo y de todos los lugares. Hay que mencionar además que tanto estos lacrimógenos como los otros «de racimo» provocaron incendios repetidamente en los bosques de alrededor de las posiciones policiales. Bosques que se salvaron gracias a los rebeldes que corrían de un lado a otro con extintores, apagando los principios de incendio causados por los lacrimógenos que acababan en la maleza. Mientras tanto, algo irónico, los bomberos presentes detrás de las filas policiales estaban totalmente empeñados en llevar a cabo funciones represivas contra los manifestantes, utilizando sus hidrantes al servicio de los maderos.

Experiencias como la griega, entre otras, nos enseñan sobre el uso de Maalox (un antiácido medicinal) para minimizar los efectos de los lacrimógenos: disuelto en agua, en Val Susa también fue utilizado tanto para limpiar los ojos y quitar el dolor provocado por los gases como para proteger la piel no cubierta por la máscara anti-gas y, por lo tanto, expuesta al efecto quemante de los humos. Y preparar las botellas de agua con Maalox hacía parte de las muchas tareas indispensables llevadas a cabo por los que no estaban en las primeras líneas, todas tareas sin las cuales los enfrentamientos no podrían durar mucho tiempo y quizás ni siquiera empezar seriamente. Tareas que permiten la acción. Tareas que sutilmente demuestran una unidad y solidaridad que a veces nos parecen ser de otras épocas pero que en realidad solamente tienen que ser descubiertas de nuevo, reavivadas.

La solidaridad se vio inmediatamente también respecto a la cuestión de los detenidos: mientras los representantes del Poder —desde los jefes de la policía hasta el tan simpático cadáver ambulante que ocupa el cargo de Presidente de la República, pasando por los periodistas, los miembros de los varios partidos políticos y demás productores de opiniones— hablaban de «black bloc», «escuadras militarizadas externas al valle» y «planteamientos paramilitares», los habitantes de Val Susa defendieron (y siguen defendiendo) a los detenidos, y a todos aquellos que se enfrentaron a las fuerzas represivas. De hecho es el Estado quien militariza el territorio, son los del Poder quienes amenazan y luego detienen y torturan, como demuestran sobre todo las condiciones de Fabiano, una de las cinco personas que terminaron en las garras de los maderos durante los enfrentamientos. En un vídeo grabado en el hospital, el joven cuenta que, al caer bajo las porras, intentaba cubrirse la cabeza para protegerse de los golpes. Pero su resistencia no duró mucho ya que, entre unos diez miembros de la Policía y de los Carabinieri, consiguieron romperle un brazo rápidamente, pasando a golpear y patear su cabeza sin protección alguna. Un madero vio la gravedad de sus heridas y ordenó llevar Fabiano al depósito de lacrimógenos CS, donde también había unas camillas. A lo largo de los 150 metros que separaban el punto donde lo capturaron y el depósito, Fabiano cuenta haber visto militares en mimética y con pasamontañas calados que le escupieron, insultaron, golpearon y tiraron patadas por todo el cuerpo y especialmente en los testículos, junto a miembros de los cuerpos policiales. Dentro del depósito, durante un rato un esbirro médico tenía a los demás un poco bajo control, pero aun así, mientras ya estaba tumbado y estaba perdiendo sangre, uno le rompió la nariz con un tubo de metal como aquellos utilizados para las instalaciones del agua o del gas. Seguían las amenazas, decían que lo iban a matar y que no lo llevarían a urgencias, sazonando todo con patadas desde debajo de la camilla. Entraban muchos maderos afectados por los gases lacrimógenos que el viento empujaba hacia ellos y, viéndolo, le escupían y lo golpeaban, llegando también a tirarle un vaso de orina encima. Dejaron de golpearlo solamente cuando dos miembros de la DIGOS entraron y ordenaron: «Ya basta. No hay que pegarle más porque hay telecámaras». Pero enseguida llegó un graduado que comentó que esas camillas eran para sus colegas, diciendo inmediatamente a cuatro esbirros que lo llevaran fuera y lo dejaran en el suelo, donde se quedó tres horas, bajo el sol porque obviamente la sombra también era para los matones en uniforme. Cuando llegaron unas ambulancias, los maderos no avisaron que había un herido e incluso le mentían a Fabiano, diciendole que se habían ido, hasta que uno de las ambulancias lo vio por casualidad —escondido detrás de una línea de esbirros que servía para no dejarlo ser grabado por las telecámaras— y lo hizo llevar al hospital.

Queda clara la diferencia de intenciones cuando se compara la experiencia del Carabiniere capturado (y poco después devuelto a sus dueños) con aquella de Fabiano; esta última también vivida en parte por los otros cuatro detenidos que además fueron encarcelados, sin ser medicados adecuadamente, y que ahora están bajo arresto domiciliario. No hay nada de nuevo y no será la última vez que haya tantos maltratos y tanta represión, pero por otro lado parece que la gente de Val Susa, a diferencia de muchas otras personas, ya lo tiene asumido. Ya saben que la lucha va a ser dura. Pero también lo saben —¡y mejor que nadie!— los 200 maderos heridos el 3 de julio, es decir, alrededor del 10 por ciento de las fuerzas policiales presentes aquel día.

Mientras el mes de julio llega a sus últimos días, en Val Susa hay una acampada internacional que está reuniendo aún más fuerzas. Hay acciones tanto diurnas como nocturnas y enfrentamientos cada día. Todo indica que será un verano muy largo y muy caliente. Ni la gente del lugar ni los solidarios que acuden, desde tierras cercanas o lejanas, tienen intención alguna de perder esta batalla. Quizás hay una situación peculiar en ese valle. Quizás hubo muchos años de trabajo de parte de los que quieren defender esos montes y oponerse a lo existente. Quizás las conciencias suelen despertarse aún más frente a la ocupación y militarización de un entero valle por parte de las fuerzas policiales. Quizás las amenazas «ayudan» a ver claramente la guerra social actual: aquellas recibidas por muchas de las personas paradas e identificadas en los senderos durante los días anteriores a la manifestación del 3 de julio; y sobre todo las amenazas sexuales hacia las mujeres que tuvieron la mala suerte de toparse con los esbirros en aquellos montes, las mismas que una joven de un colectivo de mediactivistas de Alessandria denunció haber recibido el 5 de julio, junto a las clásicas amenazas de muerte, cuando ella y sus compañeros fueron retenidos durante unas horas y cacheados. Quizás fue el hecho de que el gobierno italiano llevaba ya tiempo prometiendo que habría utilizado a los militares para resolver el problema de los que se oponen a sus proyectos en Val Susa, como pasó en Nápoles y como suele ser ya costumbre en muchos países, frente a cualquier supuesta «emergencia». Quizás fue el hecho de que, además, el gobierno mantuvo su palabra, desplegando el 19 de julio a 150 soldados Alpini con blindados y sus nuevísimos escudos y cascos antidisturbios, frescos desde sus hazañas en Afganistán. Quizás se trata de una combinación de todas estas cosas y muchísimas más, pero lo que es cierto es que estamos viendo los relámpagos de una tormenta que monta, y no solamente en Val Susa.

Euskal Herria

25 de julio de 2011

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